-¿Te puedo pedir una cosa?
-Sí, dime.
-No te acostumbres a mi.
-¿Cómo?
-Que no t acostumbres a mi, ni a mi risa, ni a mi hiperactividad matutina, ni a mis sonrisas en esos momentos, ni a mis besos, ni a mi olor. No te acostumbres a que te ayude con los deberes, ni que hablemos de tus problemas, ni a que te escuche con atención. No te acostumbres a cómo te miro o te dejo de mirar, no te acostumbres a mis mejillas rojas como un tomate cuando te ríes de mi, ni te acostumbres a mi rabia, ni a reirte de las cosas que digo. No te acostumbres... en serio.
-¿Y eso a qué viene?
-A nada, simplemente algún día me cansaré, me iré y echarás de menos esas cosas si estás acostumbrado.
viernes, 21 de mayo de 2010
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6 comentarios:
que bonitooooooo
Sí, es mejor no acostumbrarse a lo que no se puede tener.
Zas, en toda la felicidad. Directo y duro como una piedra .-. Es casi cruel, ¿verdad? Parece que... bueno, parece que hablas por experiencia propia. Al menos consigues transmitir lo que se debe sentir...
Hala, Fany, mucha suerte, ó.ò.
Un golpe contundente y directo. Pero la gente no puede evitar acostumbrarse, si no, todos tendríamos un caparazón que no permitiría que disfrutáramos de las cosas buenas de la vida por temor a perderlo después.
Te dejé un premio en mi blog, pásate a recogerlo cuando quieras.
Besines.
Esssss conmovedormente duro, pero muy bonito y a la vez triste, me gusta mucho como plasmas una de las cosas mas maravillosas y dificiles de conseguir en la vida como es amar y querer, y al la vez lo mas doloroso que se puede sentir cuando lo pierdes.
Bravo!!!!!! me mola mucho como escribes ;)
Un besazo, cuidate mucho :)
q razon. ojala no lo ubiera echo...
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